domingo, 8 de junio de 2008

BARRAS BRAVAS

autora: Natalia Escobar Acevedo.
mayo 2008

Originalmente denominados barra fuerte, por el vespertino argentino La Razón en octubre de 1958, a raíz del asesinato policial del joven Mario Linker en el partido entre Vélez Sársfield y River Plate. El término aparece en Argentina a comienzos de la década de 1960, y luego se fue extendiendo su uso por toda América Latina. En Brasil se los denomina "torcidas organizadas", mientras que en otros continentes son conocidos como hooligans o ultras.
Generalmente las barras bravas, también llamadas el grueso de la hinchada, utilizan banderas (denominadas trapos) y diferentes instrumentos musicales. Las barras bravas también se caracterizan por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido de pie.
Este fenómeno se ha extendido, en diverso grado, en diferentes países de América. Generalmente tienen su origen en una subcultura juvenil de carácter urbano, donde se busca la pertenencia a un grupo determinado. Si bien existe una amplia variedad de estas barras en América, éstas tienden a presentar ciertos rasgos comunes: exaltación de la fuerza, el nacionalismo, el sentido del honor asociado con la capacidad de pelear y la necesidad de reafirmación.
Tradicionalmente, se ha asociado a las barras bravas con la marginalidad urbana, y el consumo de alcohol y drogas. En general, en la mayor parte de América estas barras están conformadas por jóvenes entre los 14 y 25 años,[ ]mientras que en Argentina es posible encontrar a personas mayores, pues poseen una tradición más arraigada. En los distintos países de América Latina estas bravas han adquirido notoriedad progresivamente, al menos desde comienzos de la década de 1990.
El término barra brava se emplea en América Latina para designar a aquellos grupos organizados dentro de una hinchada que se caracterizan por producir diversos incidentes violentos, dentro y fuera del estadio, despliegue pirotécnico y cánticos empleados durante el desarrollo de los partidos.

Barras bravas en argentina.

La violencia en el fútbol, en la que se incluye la actuación de las barras bravas, es un fenómeno social que afecta a la Argentina. Desde el primer asesinato, ocurrido en 1924, hasta 2008, este fenómeno se ha cobrado 227 víctimas fatales y una gran cantidad de heridos. En ese período, sólo 16 casos terminaron en condena, involucrando a 33 personas.
El origen de la violencia en el fútbol se remonta a un partido disputado por Argentina y Uruguay en 1916. Debido a la sobreventa de entradas comenzaron a producirse desmanes en las tribunas, las cuales terminaron incendiadas.
Pero a partir de fines de la década de 1950 el fenómeno cambia. Comienzan a institucionalizarse los grupos de hinchas violentos, quienes son financiados por los dirigentes. A partir de este momento la violencia crece, y estos grupos comienzan a ser utilizados también para la política.




Grupo principal de la barra brava Los diablos rojos, del Club Atlético Independiente.



Barras bravas en Uruguay.

En Uruguay este fenómeno nace casi simultáneamente con Argentina. La primer barra brava denominada La Caterva, surgió en Peñarol, a principios de la década de 1960, y se ha caracterizado por protagonizar numerosos actos de violencia. En respuesta a este grupo, a mediados de la década de 1970 nació La Banda Del Parque, la barra de Nacional, la cual no registra el mismo nivel de conflictividad. Paralelamente a estas barras bravas, existen otras menos numerosas como la de Cerro.
Las muertes relacionadas con violencia en el fútbol uruguayo suman 8 desde 1957 hasta la fecha, reconocidas oficialmente.







Barras bravas en chile.

Si bien, durante los años 1910 y 1920 los incidentes causados por los aficionados eran habituales, en Chile, los primeros grupos organizados hacen su aparición pública a fines de 1988 con ocasión de un partido entre Colo-Colo y la Universidad de Chile, el cual finalizó con graves incidentes protagonizados por la Garra Blanca.[] Mientras que en 1989, un grupo de hinchas de la Universidad de Chile crean la barra Los de Abajo y en 1992 un grupo de hinchas de la Universidad Católica fundan la barra Los Cruzados.
Si bien, el fenómeno tiene su origen a fines de la década de 1980, este alcanzó notoriedad pública en la primera mitad de los años 1990. En 1993, a raíz de serios incidentes en las inmediaciones del estadio Monumental de Colo-Colo entre la Garra Blanca y Los de Abajo, que terminaron con 70 detenidos y graves destrozos en el estadio y en sus alrededores, se comenzó a discutir la necesidad de crear una Ley que castigara específicamente este tipo de hechos.[]
A partir de entonces los enfrentamientos entre barras bravas se hicieron comunes, causando millonarios daños materiales, registrándose además numerosos casos de heridos por golpizas, pedradas, arma blanca o armas de fuego, llegando incluso a provocar la muerte de personas. Entre estos últimos, destaca la golpiza de seis barristas de Los de Abajo al hincha de Colo-Colo Ricardo Pitrón y el asesinato por un disparo de la hincha de Colo-Colo, Gloria Valenzuela de 17 años, hecho atribuido a los barristas de Universidad de Chile, ambos ocurridos en 1999.[]



La Garra Blanca, barra brava del club Colo-Colo


Barras bravas en Colombia.
Por su parte, en Colombia el fenómeno empezó en los albores la década de 1990 a partir de la rivalidad entre hinchas de clubes de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla extendiéndose luego a otros lugares del país. A partir de este momento, comienza a reemplazarse el tradicional modo pasivo de asistir al fútbol, por uno activo y protagonista del espectáculo. Dicho fenómeno trasciende los márgenes de los recintos deportivos, empezando a configurarse como tribus urbanas que marcan el territorio por medio de grafitis, y generan actos de violencia entre los distintos grupos[.]
En los inicios del siglo XXI las barras bravas colombianas han presentado importantes progresos en su organización, lo que les ha valido una mayor representación al interior de los clubes de fútbol, de los cuales consiguen entradas para los compromisos y patrocinios para viajes a nivel local e internacional. Sin embargo, a causa de este creciente poder, en algunos grupos se han presentado divisiones y disputas internas, las cuales han generado enfrentamientos violentos entre hinchas de un mismo equipo.
Las barras bravas en Colombia se han caracterizado por su influencia argentina. Los términos lingüísticos, las actividades en los estadios y en las calles, los cantos y los íconos de las barras, entre otros, reflejan la 'argentinización'. No obstante, también existe un movimiento pro colombiano dentro de la mayoría de las barras, donde se adoptan elementos típicos del folclor local (adaptación canciones colombianas, entonación de los himnos de Colombia y de las ciudades).



El Barón Rojo Sur, barra brava del club América de Cali


Barras bravas en Brasil.
En Brasil, por la influencia del fútbol rioplatense, comenzaron a organizarse barras bravas al estilo argentino en Rio Grande do Sul a partir de 2001, desvinculándose de las tradicionales torcidas organizadas. Se diferencian de las "torcidas" tradicionales sobre todo por el uso de cantos inspirados en los de las hinchadas argentinas a veces meras traducciones de los que se cantan en el país vecino, en lugar de los cantos más habituales, adaptados del cancionero popular brasileño.
El fenómeno es reciente y ha despertado muchas resistencias y no poca sorna en los hinchas más tradicionales, los medios de comunicación y los sectores más nacionalistas de la opinión pública. La hinchada del Gremio, de Porto Alegre, ha sido la que más reacciones en ese sentido ha despertado, por el hecho de frecuentemente cantar en lo que suena a "portuñol" ni portugués, ni español a los oídos de los demás hinchas brasileños y por hacer la avalancha.
Las primeras barras bravas brasileñas surgieron en 2001, siendo las primeras la Geral do Grêmio del Gremio y la Guarda Popular del Inter. En 2006 apareció en Río de Janeiro la barra Loucos pelo Botafogo y la Guerreiros do Almirante, del Vasco da Gama, y en Minas Gerais, el Movimiento 105, del Atlético Mineiro.


La primera barra brava brasileña, Grêmio




Barras bravas en América Central.
En América Central el fenómeno surgió en Costa Rica. Por la influencia que ejercieron algunos barristas de Los Cruzados barra brava de la Universidad Católica de Chile se formó la hinchada del Saprissa durante la disputa de la final de Copa Interamericana de 1994, desde donde se expandió el fenómeno hacia otros países centroamericanos, como por ejemplo, a Honduras.
De esta formar se comenzaría a concretar la idea de formar barras organizadas, ya que antes de esto siempre se habían visto muestras de apoyo pero de manera dispersa por parte de los aficionados de diferentes clubes, pero sin que en ninguno se conformaran barras organizadas y menos del tipo suramericano con banderas y cánticos. Lo más acostumbrado eran las comparsas o las porras que caracterizaban al fútbol mexicano.


Barras Bravas en México.
Los aficionados mexicanos, tradicionalmente se organizaban en porras las cuales poseían su propia identidad y creatividad, en las que participaban personas de todas las edades. Este tipo de hinchada, fue opacado, y progresivamente desplazado por el surgimiento de las Barras Bravas.


Origen de la palabra hincha.
El origen de la palabra hincha surgió en Montevideo, Uruguay, en los albores del siglo XX. Prudencio Miguel Reyes, talabartero de profesión, había sido contratado por el Club Nacional de Football para encargarse de las labores que hoy en día son cumplidas por los utileros. Se ocupaba entre otras cosas, de inflar (hinchar) los esféricos antes de cada partido (por aquellas épocas aún no existían máquinas para hacerlo). Reyes, además, se había vuelto un entusiasta seguidor de los "bolsos" y alentaba a su equipo con estentóreas arengas y gritos que sobresalían por encima de los de los demás fanáticos.[][][][][]
Los comentarios de la gente no se hicieron esperar: “Mira cómo grita el hincha”, (por su tarea de “hinchar” las pelotas), decían. Y así fue como poco a poco el término se fue aplicando a todo aquél que durante los encuentros alentaba fogosamente a sus favoritos, cruzó rápidamente el Río de la Plata y luego se extendió al resto del mundo.


Sentido antropológico.
¿Quién es barrista?
En su "Diagnóstico antropológico de las Barras Bravas y de la violencia ligada al fútbol", el profesor Andrés Recasens Salvo, antropólogo Social de la Universidad de Chile, distingue entre espectadores, hinchas y "barristas".
Los primeros son aquellos que "van a los estadios para disfrutar de un partido que, de antemano, promete ser un buen espectáculo deportivo".
Los segundos "son aquellos que se declaran partidarios de uno de los equipos", y tienen "distintos grados de compromiso" con el.
Pero el "barrista", según Recasens Salvo, "presenta particularismos culturales que lo hacen distinto a las otras dos categorías, pudiendo constituir un grupo cultural claramente identificable".
El integrante típico de barras bravas, según el antropólogo, es un varón de entre 14 y 25 años, aproximadamente, que encuentra en la organización de hinchas un espacio donde afirmar su identidad.
Para que la barra pueda afirmar su diferencia, es necesario que sea indivisa, que se haga sentir como monolítica, de tal manera que los miembros de la barra pueden enfrentar eficazmente el mundo de los enemigos, explica Recasens Salvo.
"Es el estadio el espacio conquistado por algunos de los jóvenes que se sienten marginados, en una búsqueda por constituirse en pueblo aparte, ya que estiman que no se los deja estar dentro de la sociedad en plenitud".


En defensa del fútbol
A pesar de la universalidad de los casos de violencia relacionada con el fútbol, el deporte en sí no debe considerarse el chivo expiatorio de todos lo males.
Así lo cree el escritor uruguayo Eduardo Galeano, para quien "es injusto atribuir la violencia al fútbol".
"Yo siempre digo que el pañuelo no tiene la culpa de las lágrimas. Al pañuelo van a para las lágrimas, pero no vienen del pañuelo. Y con la violencia pasa lo mismo: la violencia no viene del fútbol, va a aparecer al fútbol. Pero el fútbol no es en sí un deporte violento".
"El fútbol padece las consecuencias de la acumulación de tensiones sociales, que estallan en las canchas de fútbol como estallan en muchos otros lugares",
"Se puede quizás decir que el fútbol es una metáfora de la guerra. Tiene mucho de guerra danzada, de ceremonia de la guerra, de ritual de la guerra. Pero justamente como todo ritual, como toda ceremonia, es un exorcismo de la realidad".



La cultura del aguante
A pesar de sus funestas consecuencias, los despropósitos provocados por las barras bravas y sus cómplices son sólo uno de los componentes de la violencia que rodea al fútbol cada fin de semana. Los ejemplos pueden multiplicarse por decenas y son de las especies más variadas. La manifestación más inocente es el insulto permanente y colectivo ante cualquier manifestación diferente u opuesta a la propia.
El equipo rival ni siquiera es un adversario: se transforma en un enemigo que no merece otra cosa que el desprecio y la amenaza de muerte. El árbitro es silbado con sólo poner un pie en la cancha y un fallo, correcto o equivocado, contrario al interés propio le vale la imputación de “ladrón” y el ataque verbal multitudinario al honor de su familia. Tan habituales son estas expresiones que ya no sorprenden ni alarman a nadie, se han vuelto parte de la cotidianeidad del espectáculo deportivo y a nuestros ojos no son ya hechos violentos, apenas si son hechos que merezcan alguna consideración. Lo mismo puede decirse de la desconsideración hacia el otro que implica orinar o salivar desde una tribuna más alta hacia la inferior.
Todos estos hechos ponen de manifiesto la existencia de un problema cultural mucho más profundo, una habituación a la desconsideración que surge de una sociedad que es cotidianamente violenta y excluyente. En el campo específico del fútbol, esa violencia se expresa en lo que los especialistas han denominado la “cultura del aguante”.
Cuando la sociedad excluye sistemáticamente a los jóvenes de bajos recursos, la pertenencia a un grupo que garantiza una fuerte identidad permite no sólo paliar esa sensación de exclusión, sino también ejercer la exclusión sobre los “otros”, que por ser simpatizantes de otro equipo se vuelven ajenos hasta el punto de la inhumanidad: es eso lo que hace posible apedrearlos hasta la muerte.
En ese contexto, según el antropólogo José Garriga Zucal.
“el aguante es un capital simbólico; está mucho más asociado a la capacidad para resistir el dolor que a la fidelidad por los colores. Los hinchas se lo conceden a aquellos compañeros que demuestren su saber físico en una lucha corporal contra las hinchadas rivales. Estar loco y de la cabeza a partir del consumo de alcohol y drogas los nutrirán de honor y prestigio entre sus pares”.

Bibliografía.

1. Revista deportes 13 año 2000.
2. Reportaje realizado por tv año 1998.
3. Pagina internet de futbol.
4. Dale albo.
5. Barras bravas.
6. Libros de autores de antropología.

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